miércoles, 18 de marzo de 2015

MUY BUEN ARTÍCULO DE CARLOS MARTÍNEZ /PACMA

http://bloc-cat.pacma.es/cast/2015/02/18/ttip-devastador-para-los-animales-el-medio-ambiente-i-la-justicia-social/

La UE se encuentra en negociaciones para cerrar tratados comerciales con importantes áreas económicas al otro lado del atlántico. Tanto el CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement) entre la UE y Canadá, como el TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership) entre la UE y EEUU, son tratados de libre comercio con el objetivo de favorecer las inversiones a ambos lados del atlántico al eliminar trabas administrativas y arancelarias.
Después de años de negociaciones (prácticamente secretas) entre la UE y Canadá, el presidente del Consejo europeo, Herman Van Rompuy y el de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, tras aceptar la invitación del primer ministro canadiense, Stephen Harper, acudieron, el pasado mes de setiembre a Ottawa, a la cumbre bilateral patrocinada por Canadá para acordar la redacción final del Acuerdo Global Económico y Comercial, conocido como CETA por sus siglas en inglés. Ahora falta el último paso para que el acuerdo entre en vigor: su ratificación por parte de los 28 Estados miembros de la Unión Europea y las 10 provincias y 3 regiones de Canadá.
El polémico CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement) no solo servirá para reducir aranceles, sino que dará más poder a las multinacionales y servirá de prueba para el TTIP, el acuerdo de libre comercio entre la UE y EEUU. Son varias las voces que advierten de los peligros de dicho acuerdo entre Ottawa y Bruselas, pendiente de ratificación, que permitirá a las empresas demandar a los estados en los que inviertan si estos aplican normativas que les perjudiquen.
Tanto el CETA como el TTIP incorporan un mecanismo de protección de inversiones, el ISDS. Este mecanismo permite a las empresas denunciar a los estados en los que invierten en el caso de que estos países apliquen cambios normativos que, a juicio de las empresas, perjudiquen sus inversiones. Tampoco podemos obviar lo que se conoce como cláusula zombie, que permite a las empresas seguir demandando a los estados 20 años después de disolverse el acuerdo.
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Con el mecanismo ISDS únicamente pueden demandar las empresas, no los estados. Los tribunales en estos casos no son tribunales nacionales, sino que son tribunales arbitrarios que en la mayoría de casos sentencian a favor de los intereses empresariales. Los millonarios costes de los litigios los tienen que afrontar, ganen o pierdan, los estados.
Ante este panorama, de ser finalmente ratificado el CETA, se empezaría a aplicar el tratado entre ambos lados del atlántico a partir del 2016. Ello proporcionaría una alfombra roja para las empresas canadienses, así como para las filiales de multinacionales estadounidenses, que cuentan con un peso muy importante en la economía de Canadá.
Podemos interpretar el CETA como una prueba para el TTIP. Ambos tratados responden a un modelo neoliberal que favorecerá a las grandes elites económicas y restará soberanía a los estados que los firmen.
En definitiva, estos mecanismos acaban dando un mayor poder a las empresas e impiden que los estados apliquen cambios normativos por temor a las denuncias de las multinacionales. Parece claro que podría desencadenar un auge de litigios de grandes empresas contra la UE y Canadá que podrían constituir una grave amenaza a las iniciativas de los Gobiernos para proteger a la ciudadanía, a los animales y al medio ambiente.
Carlos Martínez

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