Carlos García Zaldízar, presidente de Attac-España, explica este
jueves en Compostela los efectos que provocaría la aprobación del
acuerdo de libre comercio: "La idea que subyace es que hay que darles
más poder a las empresas"
ATTAC lleva más de una década cumpliendo un papel
muy importante como generadora de ideas para el campo de la izquierda y
en la lucha contra el dogma neoliberal y fue, el pasado año, una de las
primeras entidades en dar la voz de alarma sobre las negociaciones que,
en secreto, llevaban a cabo la UE y los Estados Unidos para la
aprobación del Acuerdo Trasatlántico para el Comercio y la Inversión
(TTIP). El presidente de la sección española de ATTAC, Ricardo García
Zaldívar, hablará este jueves en Compostela dentro del ciclo Recuperar Soberanía, desarmar el TTIP, organizado por ECOAR. Será en la Facultad de Económicas de la USC a partir de las 19 horas.
¿Por qué debemos oponernos al TTIP?
ATTAC pretende avanzar en la batalla de las ideas, una
lucha que perdimos durante muchos años, desde los noventa, hasta
configurar un pensamiento neoliberal mayoritario. Desde este punto de
vista, para mí lo más grave del acuerdo es que consolida este modelo y
esta ideología. Lo que el TTIP propugna es que la forma de salir de la
actual situación de crisis y de precarización de capas cada vez más
amplias de la sociedad es el modelo de las trasnacionales, definido en
que el mundo es una jungla y que hay que competir de forma despiadada. Y
en este modelo, cuanto más poderosas sean las empresas personales,
mejor le irá a esa sociedad. La idea que subyace en el tratado es que
hay que darles más poder a las empresas, para que tengan más beneficios y
que de este modo, por vía de la filtración, eso acabará llegando a la
base de la sociedad. Esa es la idea que combatimos desde ATTAC. Después
podemos entrar en los detalles, en que el acuerdo va a llevar a que la
población coma pollos lavados con lejía, o que va a permitir la
generalización del fracking en Europa o que ciertas substancias que
ahora no usamos aquí pasen a ser habituales. Pero por debajo de todo
esto, que serían las consecuencias, subyace la idea que comentaba antes.
¿Se ha conseguido romper el silencio informativo y el desconocimiento general sobre sus efectos?
Creo que en el último año hemos avanzado mucho. Hace unos meses un
grupo de organizaciones comenzamos a alertar de los efectos de este
acuerdo, del perjuicio que podía provocar en nuestra soberanía y en
nuestra democracia y hemos conseguido ya alertar a esa parte de la
ciudadanía que se preocupa por lo público, ese sector que hasta hace
seis años era muy pequeño en España y que ahora es mucho mayor. Creo que
el próximo 18 de abril se va a hacer visible en las calles que hay una
ciudadanía que rechaza el acuerdo. Y esto hace un año era impensable.
Su estrategia de opacidad ha fracasado. Ha tenido que llegar una nueva
comisaria de Comercio, Cecilia Malström, y cambiar su estrategia,
abriendo algo la mano y dando más información. Su idea era que este tema
pasara sin debate, como una simple cuestión técnica y que la ciudadanía
ni siquiera tuviera información sobre ella. La gente comenzó a pensar
que si esto se estaba ocultando tanto era porque no era bueno, y
tuvieron que reaccionar. Fíjate que el ISDS, el mecanismo de resolución
de conflictos entre empresas y Estados, que les permite a las
trasnacionales pleitear con los Estados, tiene veinte años, y nadie
había dicho nada. Y ahora el ISDS sí está en tela de juicio, gracias a
que los movimientos sociales criticamos la pérdida de soberanía que
suponía esto. Pero aun así, casi todo lo que sabemos sobre el tratado,
lo sabemos por filtraciones.
¿Es suficiente la respuesta social frente al TTIP?
Creo que llega un momento en que la gente se cansa de salir a la calle,
pero yo estoy de acuerdo con Susan George en que podemos ganar la
batalla contra el TTIP. Y por ejemplo no soy tan optimista en que
podamos ganar otras luchas, como cambiar las políticas económicas que
está aplicando la troika. Hubo un momento de manifestaciones continuas y
en cambio ahora parece que la intensidad de las movilizaciones es
menor. Podríamos interpretar que la salud de los movimientos sociales
está empeorando y que su fuerza ha decrecido. Pero yo no lo veo así.
Creo que, de hecho, la receptividad de la sociedad hacia estas visiones
críticas es cada vez mayor, y eso se refleja en las encuestas de
intención de voto de Podemos y otras fuerzas políticas que buscan un
cambio.
Creo que además en los últimos años mucha
gente de los movimientos sociales ha ido dando el paso de entrar en
organizaciones políticas. Ahora un campo y otro están más en relación. Y
eso es lo que hace que todo ese campo social sea más sensible y se
active con más facilidad cuando se le explica un tema como el TTIP. Lo
estamos viendo con los sindicatos españoles, contrarios al TTIP,
mientras que otros sindicatos importantes de toda Europa sí que creen
que el tratado puede tener beneficios para el empleo. Creo que los
promotores del TTIP (por ejemplo Ignacio García-Bercero, uno de los
negociadores principales) están preocupados porque ven que la sociedad
civil está descubriendo que las cosas no son como se cuentan. Ojo, la
parte de la población que es sensible la este tema es aún minoritaria,
pero es muy superior a la que había hace sólo unos meses.
El número de huelgas en 2014 fue el más bajo en muchos años, también se
redujo mucho el número de manifestaciones. ¿Se ha enfriado la
movilización social? ¿Puede suponer eso una debilidad del movimiento de
cambio?
Es imposible mantener a la gente en
la calle permanentemente. No le puedes pedir a la gente que se
manifieste todas las semanas, un día por la ley mordaza, otro por la
sanidad pública, otro por las preferentes... Creo que Podemos entendió
muy bien que era el momento de pasar de ahí a dar la batalla por las
instituciones. Lo que hace falta es que la sociedad civil sea más
poderosa, pero con el objetivo de forzar un cambio de la situación desde
los gobiernos. Fíjate en Grecia: Syntagma funcionó durante mucho
tiempo, pero Syriza tuvo que ganar el Gobierno para luchar desde ahí. La
victoria del PSOE en 1982 vino precedida de un movimiento semejante. No
soy pesimista, pero creo que esto no va a cambiar en un año. No creo
que vayamos a ver un cambio radical de la sociedad española en términos
políticos y sociales, pero sí vamos a ver una sociedad distinta, en la
que la sociedad civil tendrá más peso.
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